Traiciones que duelen...

 Quedan diez días para poder contar mi verdad. En diez días puedo confesar que fue lo que pasó (se acaba el acuerdo de confidencialidad, aunque me han llamado para que no diga nada, jajaja)

Sin embargo, ¿de qué serviría contar hoy mi verdad? Mi nombre, mi honra y dignidad fueron aplastadas por personas que nunca pensé que lo harían. Mi personalidad se intentó nuevamente mancillar (que término más español) por gente que no pensé que lo haría y aquellos que me juraban lealtad, fidelidad y más que eso, Cariño, se alejaron de una manera muy sencilla.

No culpo a los adolescentes, que la misma palabra proviene del latín adolescere, que es crecer, desarrollar y fortalecer. Algunos dice que viene de adolecer (padecer alguna enfermedad), pero no es mi caso, debido a que me encanta trabajar con adolescentes desde siempre.

Es más, cuando volví a hacer clases, volví a reencantarme con esa faceta de mí. La odié en su momento porque no me gusta el sistema educativo nacional, porque siento que preparan máquinas de conocimientos, que carecen de competencias blandas que les puedan permitir tener éxito el día de mañana, y esas competencias las adquieren según su propia voluntad y experiencia, lo que les permite después ser mejores adultos.

Lo sé, porque también viví ese sistema, y uno más exigente que el de hoy, y con las mismas (e incluso peores) situaciones de salud mental y emocional (solo que en ese tiempo no estaban a la vista y no eran importante)

Claro, no culpo a los adolescentes de sus traiciones, porque incluso ellos aún no tienen idea de como es la vida y como hacer para que las cosas estén bien. Hace unos días me saludó un chico por RRSS con mucho cariño y aprecio y le devolví el saludo. Incluso me dijo que le encantaría volver a tener clases conmigo aunque ahora esté en la Universidad. Que aprecio. Ayer mismo me encontré con otro chico en un barrio de mi ciudad, y me saludó con la mano y una sonrisa. Esos momentos los aprecio bastante.

Lo que no concibo es la traición de los adultos; seres que ya están formados con criterios propios y que son absolutamente manipulables por otros y sus emociones. Personas que quieren solo su bienestar personal, que carecen de estabilidad emocional y no son capaces de ser empáticos por mucho que pregonen la empatía.

Y no hablaré de un seudo profesor de Religión que desde que llegó a trabajar conmigo solo intentó de una mala forma quedar bien con todos y dejar mal a los que él consideraba no apto para el colegio. Una persona despreciable que se sabe ganar el cariño de los chicos (que estrategia y le doy el punto), pero con los adultos el término "mierda" se queda muy bajo para poder definir lo que es él. No hablaré de él, porque la vida se encargará de demostrarle que con sus actitudes y esa fachada de "buena persona", se le caerá y así como ha arruinado la vida de muchos (la mía no porque no caí jamás en sus juegos sucios), a él también se le arruinará la vida. Karma mi querido profesor, Karma.

Hablaré de otras personas que si me dolió su traición. Mientras muchos hablaban "pestes" (sobre todo adultos) con respecto a lo que ocurría, esperaba que esa gente que siempre defendí y apoyé, también lo hicieran. Sin embargo, es fácil hablar cuando uno está presente con respecto a la lealtad, pero cuando estás fuera, todos se rasgan con sus propias uñas. 

El otro día recordaba de que salí el mejor compañero del grupo de colegas con el cual compartía (el mejor compañero, un título que me hace gracia hoy en día). Y reflexionaba; ¿fui el mejor compañero para ellos? Por supuesto. ¿Ellos fueron los mejores compañeros para mi? No. Jamás. Y simplemente fueron solo gente que se preocupó de ellos y no del otro.

Y sabiendo todos y cada uno de los problemas que tuve en el establecimiento y como batallé muchas veces (hace dos años exactamente) con miles de políticas que me terminaron queriéndome ir de ese lugar, de manera triste e injusta (¿Estoy haciendo spoilers?) Bueno, no fue por razones personales o laborales de porque me fui de ese lugar, sino que tuvo que ver con una relación directa con una persona de ese establecimiento que estalló en una batalla de poder interno que me llevó a querer privilegiar mi salud mental (y la de otras personas), antes de mi estabilidad laboral.

¿Spoiler again, o ya estoy contando lo que no debería hasta un par de días más?

Y estas personas, que supuestamente eran mis cercanos, simplemente me traicionaron y me dejaron de lado.

Sin embargo, la traición que más me dolió de todas, fue la de una colega en particular. No ahondaré más en detalle, porque jamás me había sentido tan desilusionado con alguien, por el simple hecho de que yo jamás traicioné, jamás fui desleal y siempre estuve ahí. Con mi cariño, con mi amor, con mi lealtad, con mi comprensión y paciencia. Nunca dejé de estar para ella. ¿Ella? Dejó de estar para mi hace meses y con excusas sencillas y simples, que hasta un chico de preescolar hubiera detectado que eran mentiras. 

Mientras yo hasta el último día fui siempre su amigo e incondicional; ella hace meses dejó de serlo para mí y se transformó solo en una colega más. Ahí quedó tu incondicionalidad, tu respeto y el cariño que decías tener. 

No te considero una traidora, porque eso es fácil de decir. Simplemente el concepto de "falsa" es mucho más adecuado.






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